---------------------------------------------------------------------La salud es Cristo (II)
Después de algunos días entró de nuevo en Cafarnaún y se corrió la voz de que estaba en casa. Acudieron tantos, que no cabían ni delante de la puerta. Jesús se puso a anunciarles el mensaje. Le llevaron entonces un paralítico entre cuatro. Pero como no podían llegar hasta él a causa del gentío, levantaron la techumbre por encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la camilla en que yacía el paralítico.
Jesús,
viendo la fe que tenían, dijo al paralítico:
-Hijo,
tus pecados te son perdonados.
Unos
maestros de la ley, que estaban allí sentados, comenzaron a pensar para sus
adentros:
-¿Cómo
habla éste así? ¡Blasfema! ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?
Jesús,
percatándose en seguida de lo que estaban pensando, les dijo:
-¿Por
qué pensáis eso en vuestro interior? ¿Qué es más fácil? ¿Decir al paralítico:
Tus pecados te son perdonados; o decirle: Levántate, carga con tu camilla y
vete? Pues vais a ver que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder para
perdonar los pecados.
Entonces
se volvió hacia el paralítico y le dijo:
-Levántate,
toma tu camilla y vete a tu casa.
El
paralítico se puso en pie, cargó en seguida con la camilla y salió a la vista
de todos, de modo que todos se quedaron maravillados y daban gloria a Dios
diciendo:
-Nunca
hemos visto cosa igual.
Quizás
este texto de Marcos (paralelos en Mt 9,1-8 y Lc 5, 17-26) es uno de los que
mejor ponen de manifiesto que Cristo nos trae la salud, en ese doble aspecto
que tratábamos en el primer comentario: el de salud y salvación.
La
escena se sitúa en Cafarnaún, lugar de Galilea donde Jesús solía residir. Es
interesante constatar que el mismo relato aparece en los tres sinópticos,
aunque la treta de hacer un boquete en el techo y deslizarlo hasta donde está
Jesús queda referida en Marcos y Lucas, pero no en Mateo. No obstante, los tres
coinciden casi literalmente en las palabras que Jesús pronuncia, en la reacción
adversa de los maestros de la ley, en la posterior curación del paralítico y en
la reacción admirada entonces del público que la presencia. Coincidencias todas
estas a tener en cuenta.
Jesús
había cogido ya fama por el contorno y el sólo hecho de saber que está en la
localidad hace que se congregue mucha gente con ánimo de verle y de escucharle.
Esta vez parece no ser exagerado el gentío que ha acudido, a juzgar por la
forma que encuentran para hacer llegar el paralítico hasta Jesús. El Señor
estaba predicándoles; se puso a anunciarles el mensaje, dice
textualmente el evangelista. Pero había allí unos cuantos (al menos cuatro, según
el texto), que querían hechos; menos teoría y más práctica. O, mejor, la praxis
de la teoría que Jesús estaba diciendo; al fin y al cabo, ya habían llegado
noticias de que Jesús había hecho otras curaciones. Entonces, tomándose grandes
molestias, hacen bajar desde el techo a un hombre paralítico. El evangelista no
da la palabra a nadie para exponer, para pedir, para decir, sino que la
reacción por parte de Jesús es inmediata conmovido por la gran fe de esa gente
y entonces es él quien toma la iniciativa: Hijo, tus pecados te son
perdonados. Jesús lee en el pensamiento de los que ostentaban la autoridad
religiosa: ¡Blasfema! Era lógico, pues veían en Jesús a un predicador
del bien a un taumaturgo. La presencia del paralítico les genera la expectativa
de ver si lo cura o no. Pero en modo alguno esperaban una salida así por parte
de Jesús. ¡Nada menos que se atreve a decirle que le perdona los pecados; que
se atribuye las facultades de Dios; que se hace igual a Dios...! Jesús había
iniciado así la curación de ese hombre; por el pecado, que es la raíz del mal y
de la falta de salvación. Aunque los demás no habían entendido el gesto, sobre
todo por su desconocimiento de la identidad del Nazareno. El relato concluye
con la curación física de la parálisis de ese hombre y con el reconocimiento
admirado de los que contemplaban la escena.
Jesús
produce en este hombre una doble actuación. Doble, aunque realmente es la misma
en dos actos. Perdonándole los pecados manifiesta el aspecto de “salvación”.
Devolviéndole la salud manifiesta el aspecto de “curación”. Pero una
intervención de Jesús sólo para devolverle la salud física hubiera sido una
intervención incompleta. El paralítico padecía un mal físico, una enfermedad.
Pero el ser humano es más de lo que se ve por fuera, es más que sólo el aspecto
de lo físico. La curación que Jesús realiza es integral, de la totalidad de la
persona. La persona es también vida espiritual, es relación con
Verdaderamente,
un enfermo crónico, un enfermo terminal, un enfermo de larga duración entienden
mucho mejor estas palabras que cualquier persona sana aunque sea un agente de
pastoral de la salud, un cuidador, o el mismísimo cura de
En
este caso, además, notamos el paralelismo que Jesús establece entre el perdón y
la curación. No puede sentirse curado quien no se siente perdonado. Tampoco
puede sentirse curado quien no sabe perdonar. El perdón, no lo olvidemos, es un
ingrediente de curación y de salud. El que perdona se siente moral y
espiritualmente saludable, en paz. El que no perdona genera odio, rabia, deseos
de revancha, impotencia... y todo eso es fuente de enfermedad, de falta de
salud, de falta de salvación.
Jesús
nos ha traído el perdón y la curación. Nos ha traído la salvación y la salud.
---------------THALITHAQUMI----------------